Crónicas de la cuarentena

Madrid sin contaminación atmosférica

Llevamos un mes de cuarentena y hay otros quince días programados, si bien puede que sean más. España ha sido uno de los países más asolados por el virus en Europa. Estamos viviendo una incógnita – ¿cuánto puede durar esto del virus? Nadie lo sabe. Es un virus nuevo, no sabemos cómo se comporta, si los que lo han sufrido serán inmunes, si puede haber otro brote; incluso no sabemos si solo se transmite por gotas o si también por el aire, aunque parece que lo segundo está cogiendo más adeptos y cada vez más países están abogando por el uso de mascarillas en la calle.

Las primeras semanas de la cuarentena yo personalmente las pasé como en una neblina febril de agotamiento. Es decir, pasé el virus con síntomas leves en casa. Me acuerdo de días en que me levantaba y pensaba: «¡Ya no tengo fiebre! ¡Ya estoy bien!» Y hacía un mínimo esfuerzo por hacer algo y otra vez a la cama. Ahora ya llevo una semana que puedo pensar con un poco más de claridad, porque lo que he constatado es que te afecta hasta la mente. No era capaz de centrarme en nada.

Eso sí, no me he aburrido para nada. En cierto sentido, yo necesitaba la cuarentena. Necesitaba imperiosamente un tiempo de descanso, de sabático, un tiempo para reenfocarme en muchas áreas de mi vida. Claro, nunca hubiera elegido un sabático de pandemia mundial, pero ya que ha venido hay que aprovechar este tiempo.

No quiero quitar la seriedad del asunto. Es un tiempo de sufrimiento humano brutal. Los enfermos, los muertos, los familiares que no han podido despedir a sus seres queridos, el personal sanitario sin equipamiento adecuado, la falta de respiradores, las cuestiones éticas de decidir quien vive y quien muere.

Recientemente comenté en un grupo de amigos que tengo la sensación de estar viviendo en una montaña rusa (y eso que odio las atracciones de feria). Escuchas una noticia de alguien que ha dado positivo y tiene síntomas fuertes; luego una noticia buena: un familar se ha recuperado y le mandan a casa. Un amigo está ingresado en la UCI: está entubado, tiene fallo respiratorio, fallo renal… no se espera que se recupere. Otra notica de un compañero que no pudo luchar más, y se murió. Arriba y abajo, las emociones no dan más de sí.

Como creyente, las noticias me impulsan a la oración. Clamo a Dios por los enfermos, sea quien sea, pero con más ahínco si se trata de alguien cercano: un amigo o un familiar. Hay noticias tristes por supuesto, pero tengo que decir, que estamos viendo otras muchas personas recuperadas de forma milagrosa. Personas que entraron en la UCI con fallo multiorgánico y que ahora están recuperadas y en su casa. Personas mayores que nadie esperaba que pudieran sobrevivir, y allí están.

Y por supuesto, hay muchas oraciones de agradecimiento cuando escucho que alguien ya ha dado negativo, como una amiga que está en diálisis. Ya ha superado el virus y está sana.

En estas circunstancias, muchos preguntan ¿por qué Dios ha permitido esto? ¿Esto es un juicio de Dios? Hay muchos teólogos contestando ésta y otras preguntas de una manera profunda y estudiada. Yo solo doy mi opinión. De mi experiencia personal de Dios, sé que es un buen Padre. Nunca desearía a sus hijos algo como el virus.

Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, y les habló al corazón.

Génesis 50:20-21

Hay una historia bíblica de José y sus hermanos, el José de la túnica multicolor. Al final de la historia, cuando José ha pasado por todas las peripecias que te puedes imaginar, desde que sus hermanos le vendieron como esclavo, hasta llegar a ser una persona importante en el gobierno egipcio durante una hambruna, José se revela a sus hermanos. Y dice algo así como, vosotros me deseaste mal, pero todo ese mal, Dios lo ha vuelto en algo bueno. Dios usó las circunstancias más oscuras para llevar a cabo su propósito en la vida de José, pero también a través de José salvó a todo un pueblo en el tiempo de la hambruna en la tierra.

No, no creo que Dios haya enviado el virus, pero sí creo que puede usar la situación actual para tratar con cada uno de nosotros. Para los que no le conocen, en primer lugar, para revelarse a ellos como quien es: un Padre amoroso. Para los que se consideran cristianos, nos está llamando a realinearnos con él, de evaluar nuestras vidas y ver si realmente estamos viviendo la vida cristiana que Jesús desea.

Y en medio de la noche más oscura que la mayoría hemos vivido, Dios también está allí para traer Su paz y su esperanza. Me consta que pasea por los hospitales y las residencias de ancianos trayendo Su Presencia y Su consuelo. En los próximos días y semanas estaré compartiendo algunas vivencias reales de este tiempo del virus para traer una nota de alegría y esperanza en lugar de las noticias tan sombrías a las que nos estamos acostumbrando a escuchar.

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